Miércoles 08/06/2016, 01:17:59
"Nada como el primer amor"
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Buenas! Comparto algo que escribí, quizas es medio largo. Pero el que tenga un tiempo que lo lea, seguramente alguien de mi edad (o no) se siente identificado. Abrazo y muevan a otro subforo si no es el correcto.
Ahí va:
Este es el Link para el que lo quiera leer y no se quede ciego: http://noperderlacostumbre.blogspot.es/1465358581/
y sino ahí va el texto:
"Nada Como el primer amor"
Desde que tengo uso de razón , mis primeros años recuerdo pasar tardes enteras en el campito de la vuelta de mi casa jugando a la pelota. Pasaban las horas, el sol bajaba y se esfumaba por el horizonte; mi mama me llamaba con un grito, “Ya es tarde, adentro” sabía que era la hora de volver a casa. No me resultaba atractivo ver a otras personas, que no sean mis amigos y yo, jugar al futbol. No me interesaba y menos ver por televisión un partido, no lo entendía. Hasta que ocurre algo que rompe con tus esquemas, que te marca a fuego. Es muy curioso que nombre la palabra FUEGO, pero para nada ilógico.
En años anteriores mi tío Javi, ya había hecho intentos de tratar de convertirme en hincha del club el cual es hincha. Cierro los ojos, intento recordar y me veo ahí. Con nueve años, en el asiento delantero de su Renault doce rojo, butacas comodísimas, tapizadas negro, de tan desgastado ya tirando a gris, colgando del espejito retrovisor un escudo azul y amarillo furioso de un lado; del otro una imagen de un grupo grande de personas agrupadas, formando una masa, ubicados en una estructura de cemento y de bajo una frase que rezaba "Jugador número 12, con letras doradas. Recuerdo preguntarle a mi tío con toda la inocencia de la edad y desde el desconocimiento: " Tío ¿Por qué jugador numero 12?" a lo que con expresión triunfante respondió: "Se le dice jugador número 12, primero porque el fútbol se juega con 11 jugadores, y el jugador número doce es la hinchada de Boquita, la mejor hinchada del mundo, que ayuda a los jugadores con su aliento a ganar partidos". No recuerdo mi primera impresión o lo que pensé después de ese comentario triunfante impregnado de convencimiento y desfachatez, si recuerdo que no me atrajo demasiado, no me movió ni un pelo.
Mi viejo, hincha de independiente, había vivido las grandes hazañas de ese club tan especial radicado en Avellaneda, Provincia de Buenos Aires. Presencio partidos impresionantes, luchas comparables con las espartanas, con pierna fuerte y templada. Vivió la época de fines del 70' y el 80' completamente, época dorada del club. Pero por alguna extraña razón nunca había insistido en que yo fuera del club del que él es hincha, nunca me compró una camiseta, ni banderas, ni insistió para que vea un partido; en muy pocas ocasiones nombró a Independiente. Ya de grande, cuando veía que padres les compraban camisetas a sus hijos de sus clubes, me pregunté porque conmigo no había pasado eso. Hace poco llegue a la conclusión que, aunque él no me lo haya dicho, quería que yo me enamore solo de Independiente, que tenga la posibilidad de elegir, que traten de convencerme de otra cosa todas las veces que quieran, pero llegaría el momento que independiente me tocara el alma.
Sabio mi viejo así paso, el año 2002 fue un año distinto. Algo iba a pasar, mi visión, mis marcos de referencia respecto al fútbol iban a cambiar para siempre. Nada sería igual, fue amor a primera vista. ¿Cómo no enamorarse de ese independiente?Recuerdo llegar a mi casa del campito, ya de noche, cansada, mi mama a los gritos que me saque las zapatillas, que iba a ensuciar todo con la mugre que traía. Me saco las Topper blancas (poco quedaba de ese blanco), dejo mi abrigo sobre la silla de algarrobo, doy vuelta la cabeza y veo a mi viejo mirando televisión. Le pregunte que estaba viendo y me dijo "Al rey de copas" claramente yo no sabía que significaba eso y como sabía que no tenía que molestarlo cuando miraba tv, me senté en silencio a ver el partido con él. Fue la primera vez que vi un partido de fútbol más de cinco minutos.Fecha ocho del apertura 2002 independiente goleaba 6 a 2 a Chacarita en el Jose Amalfitani. ¿Qué mejor comienzo de una historia de amor que ese ? Recuerdo los jugadores vestidos con esa camiseta de color rojo furioso, la inscripción de " Taranto" en el pecho con letras blancas y en la parte de atrás un número diez blanco flameando y alejándose. Ese número diez me pareció distinto a todos, quizás no entendía mucho del juego todavía, debido a la edad que tenía. Pero quedo dándome vueltas en la cabeza desde que termino el partido y todo el transcurso de ese apertura 2002 que luego independiente saldría campeón. Al finalizar ese partido con Chacarita lo interrogue a mi viejo, que quien era el número diez, como se llamaba, si jugaba bien, si era importante. Mi padre me respondió riéndose ante mi desesperación "Es el pocho Insúa y nos va a sacar campeones".Desde ese momento yo siempre en el campito y jugando con mis amigos fui " El pocho Insúa" y usaba la diez imaginaria.
Tanta era la obsesión que hasta cuando no jugábamos a la pelota y el juego era de otra cosa complemente distante del futbol, yo también era Insúa. Lo último que puedo contar de ese año 2002 es la alegría que sentí, primero con el tan gritado gol de Pusineri a boca y la posterior vuelta olímpica en el nuevo gasómetro contra San Lorenzo, que cerraría por siempre el pacto de fidelidad mío con Independiente. Luego de ese campeonato se desarmó el equipo, vencieron sus préstamos, algunos se fueron a Europa y otros decidieron seguir sus carreras en otros equipos de Argentina. Insúa se fue a Europa y luego de idas y vueltas, pasado un par de años, regresó y se calzo la camiseta roja que tan bien le quedaba. Parecía que había nacido para usar la casaca del rojo. Ya más empapado y curtido de lo que es el mundo del fútbol, recuerdo la tristeza e impotencia que sentí cuando nos dejó y se fue a Boca, ese equipo que siempre lo sentí como el que menos me gustaba, que más había disfrutado ganarle. Todavía un poco inocente no entendía porque se había ido, por qué mi ídolo había tomado esa decisión, la de dejar la hermosa camiseta roja por la fea azul y amarilla. Cada vez que miraba un partido de Boca y lo veía con esos colores me daba una puntada en el corazón, ni hablar cuando nos hizo ese gol abajo del arco en la Bombonera "Por lo menos no lo grito" dijo mi viejo aunque indudablemente eso no era consuelo para mí.
Pasaron los años y las heridas cicatrizaron, como todo en la vida. Me entere con el tiempo que comparada lo había cagado, que le prometió una cosa e hizo otra. El pocho siempre mostrándose respetuoso con nosotros a pasar de la llovizna de puteadas que le caían cada vez que se dignaba a pisar primero la Doble Visera y luego el Libertadores de América. La carrera de Insúa siguió y cambio de camisetas varias veces, yo le perdí el rastro. Hasta que un verano leí una noticia que podía llegar a mi querido independiente otra vez y después de todo lo que había pasado. Fue una mezcla de sensaciones, rencor ya casi no existía, el tiempo se había encargado de extinguirlo. Imaginé por un instante, y ya con veintiún años, al pocho de nuevo con la diez de Independiente, tirando paredes con el Rolfi, con esa camiseta que nunca tendría que haber dejado, que le quedaba pintada y devolviéndonos la gloria. Fue como volver al primer amor, ese caprichoso pero a su vez hermoso, que nos hace siempre querer volver a los momentos que fuimos felices en la vida. Aunque quizás el tercer ciclo de Federico Insua en independiente no fue el mejor. Agradezco que haya vuelto y poner el pecho en la peor situación de la historia del club. Y hoy que se retira el jugador que hizo que me enamorara de este apasionante deporte, estoy un poco triste, pero una y otra vez me da vuelta en la cabeza, y no se me ocurre mejor manera de cerrar esta historia, la frase "NADA como el primer amor”.
Ahí va:
Este es el Link para el que lo quiera leer y no se quede ciego: http://noperderlacostumbre.blogspot.es/1465358581/
y sino ahí va el texto:
"Nada Como el primer amor"
Desde que tengo uso de razón , mis primeros años recuerdo pasar tardes enteras en el campito de la vuelta de mi casa jugando a la pelota. Pasaban las horas, el sol bajaba y se esfumaba por el horizonte; mi mama me llamaba con un grito, “Ya es tarde, adentro” sabía que era la hora de volver a casa. No me resultaba atractivo ver a otras personas, que no sean mis amigos y yo, jugar al futbol. No me interesaba y menos ver por televisión un partido, no lo entendía. Hasta que ocurre algo que rompe con tus esquemas, que te marca a fuego. Es muy curioso que nombre la palabra FUEGO, pero para nada ilógico.
En años anteriores mi tío Javi, ya había hecho intentos de tratar de convertirme en hincha del club el cual es hincha. Cierro los ojos, intento recordar y me veo ahí. Con nueve años, en el asiento delantero de su Renault doce rojo, butacas comodísimas, tapizadas negro, de tan desgastado ya tirando a gris, colgando del espejito retrovisor un escudo azul y amarillo furioso de un lado; del otro una imagen de un grupo grande de personas agrupadas, formando una masa, ubicados en una estructura de cemento y de bajo una frase que rezaba "Jugador número 12, con letras doradas. Recuerdo preguntarle a mi tío con toda la inocencia de la edad y desde el desconocimiento: " Tío ¿Por qué jugador numero 12?" a lo que con expresión triunfante respondió: "Se le dice jugador número 12, primero porque el fútbol se juega con 11 jugadores, y el jugador número doce es la hinchada de Boquita, la mejor hinchada del mundo, que ayuda a los jugadores con su aliento a ganar partidos". No recuerdo mi primera impresión o lo que pensé después de ese comentario triunfante impregnado de convencimiento y desfachatez, si recuerdo que no me atrajo demasiado, no me movió ni un pelo.
Mi viejo, hincha de independiente, había vivido las grandes hazañas de ese club tan especial radicado en Avellaneda, Provincia de Buenos Aires. Presencio partidos impresionantes, luchas comparables con las espartanas, con pierna fuerte y templada. Vivió la época de fines del 70' y el 80' completamente, época dorada del club. Pero por alguna extraña razón nunca había insistido en que yo fuera del club del que él es hincha, nunca me compró una camiseta, ni banderas, ni insistió para que vea un partido; en muy pocas ocasiones nombró a Independiente. Ya de grande, cuando veía que padres les compraban camisetas a sus hijos de sus clubes, me pregunté porque conmigo no había pasado eso. Hace poco llegue a la conclusión que, aunque él no me lo haya dicho, quería que yo me enamore solo de Independiente, que tenga la posibilidad de elegir, que traten de convencerme de otra cosa todas las veces que quieran, pero llegaría el momento que independiente me tocara el alma.
Sabio mi viejo así paso, el año 2002 fue un año distinto. Algo iba a pasar, mi visión, mis marcos de referencia respecto al fútbol iban a cambiar para siempre. Nada sería igual, fue amor a primera vista. ¿Cómo no enamorarse de ese independiente?Recuerdo llegar a mi casa del campito, ya de noche, cansada, mi mama a los gritos que me saque las zapatillas, que iba a ensuciar todo con la mugre que traía. Me saco las Topper blancas (poco quedaba de ese blanco), dejo mi abrigo sobre la silla de algarrobo, doy vuelta la cabeza y veo a mi viejo mirando televisión. Le pregunte que estaba viendo y me dijo "Al rey de copas" claramente yo no sabía que significaba eso y como sabía que no tenía que molestarlo cuando miraba tv, me senté en silencio a ver el partido con él. Fue la primera vez que vi un partido de fútbol más de cinco minutos.Fecha ocho del apertura 2002 independiente goleaba 6 a 2 a Chacarita en el Jose Amalfitani. ¿Qué mejor comienzo de una historia de amor que ese ? Recuerdo los jugadores vestidos con esa camiseta de color rojo furioso, la inscripción de " Taranto" en el pecho con letras blancas y en la parte de atrás un número diez blanco flameando y alejándose. Ese número diez me pareció distinto a todos, quizás no entendía mucho del juego todavía, debido a la edad que tenía. Pero quedo dándome vueltas en la cabeza desde que termino el partido y todo el transcurso de ese apertura 2002 que luego independiente saldría campeón. Al finalizar ese partido con Chacarita lo interrogue a mi viejo, que quien era el número diez, como se llamaba, si jugaba bien, si era importante. Mi padre me respondió riéndose ante mi desesperación "Es el pocho Insúa y nos va a sacar campeones".Desde ese momento yo siempre en el campito y jugando con mis amigos fui " El pocho Insúa" y usaba la diez imaginaria.
Tanta era la obsesión que hasta cuando no jugábamos a la pelota y el juego era de otra cosa complemente distante del futbol, yo también era Insúa. Lo último que puedo contar de ese año 2002 es la alegría que sentí, primero con el tan gritado gol de Pusineri a boca y la posterior vuelta olímpica en el nuevo gasómetro contra San Lorenzo, que cerraría por siempre el pacto de fidelidad mío con Independiente. Luego de ese campeonato se desarmó el equipo, vencieron sus préstamos, algunos se fueron a Europa y otros decidieron seguir sus carreras en otros equipos de Argentina. Insúa se fue a Europa y luego de idas y vueltas, pasado un par de años, regresó y se calzo la camiseta roja que tan bien le quedaba. Parecía que había nacido para usar la casaca del rojo. Ya más empapado y curtido de lo que es el mundo del fútbol, recuerdo la tristeza e impotencia que sentí cuando nos dejó y se fue a Boca, ese equipo que siempre lo sentí como el que menos me gustaba, que más había disfrutado ganarle. Todavía un poco inocente no entendía porque se había ido, por qué mi ídolo había tomado esa decisión, la de dejar la hermosa camiseta roja por la fea azul y amarilla. Cada vez que miraba un partido de Boca y lo veía con esos colores me daba una puntada en el corazón, ni hablar cuando nos hizo ese gol abajo del arco en la Bombonera "Por lo menos no lo grito" dijo mi viejo aunque indudablemente eso no era consuelo para mí.
Pasaron los años y las heridas cicatrizaron, como todo en la vida. Me entere con el tiempo que comparada lo había cagado, que le prometió una cosa e hizo otra. El pocho siempre mostrándose respetuoso con nosotros a pasar de la llovizna de puteadas que le caían cada vez que se dignaba a pisar primero la Doble Visera y luego el Libertadores de América. La carrera de Insúa siguió y cambio de camisetas varias veces, yo le perdí el rastro. Hasta que un verano leí una noticia que podía llegar a mi querido independiente otra vez y después de todo lo que había pasado. Fue una mezcla de sensaciones, rencor ya casi no existía, el tiempo se había encargado de extinguirlo. Imaginé por un instante, y ya con veintiún años, al pocho de nuevo con la diez de Independiente, tirando paredes con el Rolfi, con esa camiseta que nunca tendría que haber dejado, que le quedaba pintada y devolviéndonos la gloria. Fue como volver al primer amor, ese caprichoso pero a su vez hermoso, que nos hace siempre querer volver a los momentos que fuimos felices en la vida. Aunque quizás el tercer ciclo de Federico Insua en independiente no fue el mejor. Agradezco que haya vuelto y poner el pecho en la peor situación de la historia del club. Y hoy que se retira el jugador que hizo que me enamorara de este apasionante deporte, estoy un poco triste, pero una y otra vez me da vuelta en la cabeza, y no se me ocurre mejor manera de cerrar esta historia, la frase "NADA como el primer amor”.