Sábado 07/10/2017, 18:57:03
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Décadas atrás el fútbol era un juego de habilidad y de placer, para el que lo jugaba como para el que miraba.
Y en este sentido no era ganar lo más importante, sino cómo se ganaba.
Te daba vergüenza cargar al rival si habías ganado de culo. Había que "demostrar".
Hoy, después de los celulares, el fútbol es el negocio más rentable del planeta y por ende un "trabajo", tanto para el que lo juega como para el que mira.
Para mantener y aumentar la rentabilidad permanentemente entraron por la ventana cuestiones que en origen no tienen nada que ver con el fútbol.
Y nos acostumbramos.
Cualquier actividad cultural que mueva millones de dólares en segundos está condenada a perder su esencia más preciada, al menos para la mayoría.
Es eterna ley del sistema capitalista. Los pocos que acumulen los mayores recursos podrán darse ciertos lujos, siempre a expensas de la misiadura del resto. Lo cual empilcha un poco pero no cambia las bases del asunto.
Antes los mejores tomates los comíamos nosotros. Hoy son todos iguales y con gusto a nada.
El buen jugador no brilla. Brilla el juego que produce ese jugador. Y a veces brillan por él jugadores menos jugadores que aquel que hace brillar el juego. Dante Panzeri.