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Jueves 16/05/2024, 05:56:22
10222 Posts - 902 Puntos
Escrito por desde que naci del rojo

Somos tan grandes que invisibilizamos el valor que tiene ganar 2 Sudamericanas en 10 años.
Los problemas que tenemos son esos, no somos conscientes de la magnitud de ese club y queremos resolver todos los problemas estructurales de un día para otro.
Te comento, el problema no inicia con "los Moyano" porque antes tuvimos Ducatenzeiler (que hoy es consumido por el 70% de los hinchas del club como si fuese un prócer), Comparada y Cantero... El hincha ha normalizado que "roben pero hagan" "mientan y se llenen los bolsillos pero que ganen algo" entonces Ducatenzeiler se jacta de un campeonato falopa después de vaciar el club y destruirlo, Comparada se robó un estadio pero "ganó" los Sudamericana y Moyano es un referente de la Argentina peronista...
Ahí tienen para estamos como estamos... ¿Grindetti? Lo único que le importaba era ser gobernador de la provincia y para limpiar su imagen manda guita a los partidarios (¿robar con códigos suena?).
Hasta que como sociedad no cambiemos los valores, nada va a cambiar.

Viene de bastante antes de Duca, a partir de Diciembre del 90 con Herminio Sande se fueron encadenando dirigencias nefastas que fueron destrozando al club con algún veranito entre medio.
Eramos tan gigantes que todavía nos queda algo de prestigio, cualquier otro club hubiera desaparecido después de tantas gestiones nefastas y tanto choreo.
Tal vez los casos más flagrantes fueron los del hermano del ferretero y lo de Comparada que vendió por mucha guita y se la afanó toda, dejando un estadio a medio hacer y una deuda bestial, con los Moyano, para terminar de cagarla, entró la política al club, o sea, cada vez más lejos de ser manejado por socios hinchas preocupados por defender el patrimonio,

[i]Independiente vivía por entonces un recambio generacional en la conducción. Horacio Sande era hijo de Herminio, presidente en las primeras
conquistas subcontinentales de los sesentas, y como los hijos ricos que
dilapidan la fortuna familiar amasada por sus mayores, rompió una regla que los viejos dirigentes consideraban sagrada: no pagar más que lo que se tenía ni contraer deudas, una ruptura que acabaría convertida en patología crónica y que puso en marcha un declive que todavía desconoce su final.[/i][i]La debacle del Rojo reconoce varios hilos conductores que fueron repitiéndose durante los siguientes 30 años. El primero es la absoluta carencia de dirigentes que tengan verdadero amor al club y mirada estratégica. El estilo de actuación de los directivos de antaño, enmarcado siempre
en un profundo cariño a la sociedad a la que representaban, se basaba en
garantizar el equilibrio de las cuentas a largo plazo. En los noventas, empujada por la sentencia de que “ganar es lo único”, y alentada por la fantasía de riqueza del uno a uno del peso con el
dólar, aquella visión desapareció. La sustituyó una política de gasto
descontrolado en compras y préstamos de decenas de jugadores por año y de despidos continuos de entrenadores a los que hubo que indemnizar por incumplimiento de contrato [/i]