Lunes 08/01/2018, 17:32:23
Cuento
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Buenas, escribí una especie de cuento y quería compartirlo.
La imitación de historia que vengo a contar empieza en el sillón del living, tieso y con algún tipo de certeza poco fundada me preparo para ver el partido de ida, allá, en Paraguay. Con la misma ilusión que siempre tengo pero acrecentada ahora por este equipo, pienso porque carajo soy de Independiente; si al fin al cabo la gran mayoría de mis experiencias fueron de amargura. Y lo único que tenía eran amarillentos recuerdos de épocas doradas. No encontré respuesta razonable.Pitido inicial; arranca el partido y los nervios de antesala se disuelven.40 segundos, gol de ellos. Mi bronca no podía ser mayor, y para aumentar esta, el gol había sido con la mano. Listo, pensé. Si en un minuto nos vacunaron y nunca les meten goles como leí, puedo irme a dormir. Se que jamás lo hubiera hecho y no puedo irme sin terminar de ver algún partido.Tratando de parecer sereno le digo a mi papá: “tranquilo, es un error inicial”. Mentira, la bronca me salía por los poros.Pasa largo rato y promediando la hora de partido me resuena en la cabeza la frase “esta película ya la vi”. Acorralando al rival pero errando infinidad de goles. Termina el partido así y mi desilusión es máxima. A dormir.Soy católico pero nunca me gustó mezclar las cosas serias y esta inútil pasión del fútbol; pero la situación lo demandaba.El partido fue un jueves de noviembre. Recé y participé de cualquier cantidad de celebraciones, sin saber si iba a tener utilidad, confié.El resto del cuento es historia.Después de todo, eufórico volví a reflexionar: “Me estoy cobrando todas los partidos perdidos, el descenso, las amarguras, las cargadas, y todo lo que cualquiera que me conozca sabe.Yo estaba a 9000 kilómetros de distancia, pero cualquier futbolero me entenderá el mensaje con mi papá: “nos debemos el abrazo de campeón”.
La imitación de historia que vengo a contar empieza en el sillón del living, tieso y con algún tipo de certeza poco fundada me preparo para ver el partido de ida, allá, en Paraguay. Con la misma ilusión que siempre tengo pero acrecentada ahora por este equipo, pienso porque carajo soy de Independiente; si al fin al cabo la gran mayoría de mis experiencias fueron de amargura. Y lo único que tenía eran amarillentos recuerdos de épocas doradas. No encontré respuesta razonable.Pitido inicial; arranca el partido y los nervios de antesala se disuelven.40 segundos, gol de ellos. Mi bronca no podía ser mayor, y para aumentar esta, el gol había sido con la mano. Listo, pensé. Si en un minuto nos vacunaron y nunca les meten goles como leí, puedo irme a dormir. Se que jamás lo hubiera hecho y no puedo irme sin terminar de ver algún partido.Tratando de parecer sereno le digo a mi papá: “tranquilo, es un error inicial”. Mentira, la bronca me salía por los poros.Pasa largo rato y promediando la hora de partido me resuena en la cabeza la frase “esta película ya la vi”. Acorralando al rival pero errando infinidad de goles. Termina el partido así y mi desilusión es máxima. A dormir.Soy católico pero nunca me gustó mezclar las cosas serias y esta inútil pasión del fútbol; pero la situación lo demandaba.El partido fue un jueves de noviembre. Recé y participé de cualquier cantidad de celebraciones, sin saber si iba a tener utilidad, confié.El resto del cuento es historia.Después de todo, eufórico volví a reflexionar: “Me estoy cobrando todas los partidos perdidos, el descenso, las amarguras, las cargadas, y todo lo que cualquiera que me conozca sabe.Yo estaba a 9000 kilómetros de distancia, pero cualquier futbolero me entenderá el mensaje con mi papá: “nos debemos el abrazo de campeón”.
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