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CREAR TEMA

Miércoles 24/07/2024, 18:38:58
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Esse est percipi (Ser es ser percibido)


Viejo turista de la zona de Avellaneda y aledaños, noté la falta,

en sus lugares de siempre, de los Estadios de Racing Club e Independiente.

Consternado, consulté al respecto al amigo y doctor Gervasio Montenegro,

miembro de número de la Academia Argentina de Letras. En él hallé el motor

que me puso sobre la pista.

Su pluma compilaba por aquel entonces una Historia panorámica del

periodismo nacional, obra llena de méritos, en la que se afanaba su

secretaria.

Las documentaciones de práctica lo habían llevado a husmear la incógnita.

Poco antes de adormecerse del todo, me remitió a un amigo común,

don Tulio Savastano, presidente del club Abasto Juniors, a cuya sede,

sita en el Edificio Amianto, de Avenida Corrientes y Pasteur, me di traslado.

Este directivo, pese al régimen doble dieta a que lo tiene sometido

su médico y vecino doctor Narbondo, mostrábase aún movedizo y ágil.

Un tanto enfarolado por el último triunfo de su equipo sobre el combinado

canario de Comunicaciones, se despachó a sus anchas y me confió, mate va,

mate viene, pormenores de bulto que aludían a la cuestión sobre el tapete.

Aunque yo me repitiese que Savastano había sido otrora el compinche

de mis mocedades de Agüero esquina Humahuaca, la majestad del cargo

me imponía y, cosa de romper la tirantez, la felicité sobre el último gol

que, a despecho de la intervención de los defensas Zarlenga y Parodi,

convirtiera el centro-half Renovales, tras aquel pase histórico de Musante.

Sensible a mi adhesión al once de Abasto, el prohombre dio una chupada

postrera a la bombilla exhausta, diciendo filosóficamente, como aquel

que sueña en voz alta:

- Y pensar que yo inventé esos nombres...

- ¿Alias? - pregunté-. ¿Musante no se llama Musante?

Savastano me miró, incrédulo, en silencio. Yo insistí en preguntar:

- ¿De qué estamos hablando? ¿Renovales no es Renovales? ¿Y acaso

Limardo no es el genuino patronímico del ídolo que aclama la afición?

La respuesta me aflojó todos los miembros.

- ¿Cómo? ¿Usted cree todavía en la afición y en los ídolos? ¿Dónde

ha vivido, don Domecq?

En eso entró un ordenanza que parecía un bombero y musitó que el

magnífico relator, Ferrabás, quería hablarle al señor.

- ¿Ferrabás, el locutor de la voz pastosa? -exclamé- ¿El animador de la

sobremesa cordial de las 13 y 15 y del jabón Profumo? ¿Lo conoceré,

me presentaría usted con él? ¿De veras que se llama Ferrabás?

- Que espere - ordenó el señor Savastano.

- ¿Que espere? ¿No será mejor que yo me retire?

- Ni se le ocurra -contestó Savastano-. Arturo, dígale a Ferrabás que pase.

Ferrabás hizo con naturalidad su entrada. Yo iba a ofrecerle mi butaca,

pero Arturo me disuadió con una de esas miraditas de masa de aire polar.

La voz presidencial dictaminó:

- Ferrabás, ya hablé con De Filipo y con Camargo. En la fecha próxima

pierde Abasto, por dos a uno. Hay juego recio, pero no vaya a recaer,

acuérdese bien, en el pase de Musante a Renovales, que la gente sabe

de memoria. Yo quiero imaginación, exijo imaginación. ¿Me ha

comprendido? Bien, ya puede retirarse.

Ferrabás no dijo una palabra y se fue.

Junté fuerzas para hacer otra pregunta:

- ¿El score se digita, el partido está arreglado?

Savastano, literalmente, me revolcó en el polvo.

- No hay score, no hay cuadros, no hay partidos. Los estadios han sido

demolidos, han puesto pizzerías... Hoy todo lo que pasan pasa en la televisión

y dicen en la radio es falso. Los gritos de los locutores, ¿nunca lo llevaron

a maliciar que todo es patraña? Me acuerdo que el último partido de fútbol

de verdad se jugó en esta capital el día 24 de junio del 1937. Desde ese

preciso momento, el fútbol, al igual que la vasta gama de los deportes,

es un género dramático, a cargo de un solo hombre en una cabina o de

actores con camiseta ante el cameraman. Se ponen camiseta y actúan con

el libreto que les damos. Patean un penal con distintas camisetas, el arquero

cambia su buzo, un actor un día es árbitro y otro día es Director Técnico

y los supuestos hinchas, cambian de casaca cada encuentro...

- Señor, ¿quién inventó las cosas? - atiné a preguntar.

- Nadie lo sabe. ¿A quién se le ocurrieron primero las inauguraciones

de escuelas y las coronaciones de reyes? Son esas cosas que solo existen

dentro de los estudios de grabación... Convénzase, amigo Domecq,

la publicidad masiva conduce a las ovejas en los tiempos modernos:

un día inventaremos un candidato presidencial y la gente votará por él.

- ¿Y la conquista del espacio? - gemí.

- Es un programa foráneo, una coproducción de yanquis y soviéticos. Es un

laudable adelanto, no lo neguemos, del espectáculo cientificista.

- Presidente, usted me mete miedo... ¿Es que en el mundo no pasa nada?

- Muy poco - contestó con calma -, muy poco. No comprendo su miedo,

la gente está en casa, sentada, comiendo, bebiendo, atenta a la pantalla

o al locutor, cuando no a la prensa amarilla. ¿Qué más quiere, Domecq? Es

la marcha gigante de los siglos, el ritmo del progreso que se impone.

- ¿Y si se rompe la ilusión? - dije con un hilo de voz.

- ¿Y cómo se va a romper?... Quédese tranquilo.

- Por mi parte, seré una tumba -le prometí-. Lo juro por mi adhesión

personal y mi lealtad al equipo, por usted, por Limardo, por Renovales.

- Para que entienda definitivamente: si quiere hablar, diga lo que

se le dé la gana, nadie le va a creer.

Sonó el teléfono. El presidente llevó el celular al oído y aprovechó la

mano libre para indicarme la puerta de salida.



Borges & BioyCasares S. A.