Miércoles 18/12/2019, 00:44:14
Sinceramiento
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Así como al inicio de la gestión de Macri se habló de un "sinceramiento" con respecto a las tarifas de luz y gas y la "falsa ilusión" que previamente había vivido la clase obrera por darse algunos gustos, hoy podríamos decir que en los primeros días del gobierno de Fernández está pasando algo parecido, con la pequeña gran diferencia de que ahora los "sincerados" son los de clase media tirando (pero nunca llegando) a media-alta.
A fines de 2015 y principios de 2016 se dijo que era mentira que un humilde trabajador podía irse de vacaciones, comer afuera eventualmente, comprarse un buen televisor, etc. Hoy a fines de 2019 y casi entrando en 2020 se está blanqueando que era mentira que un trabajador de clase media, con mejores ingresos que el caso anterior, podía viajar al exterior, ahorrar en dólares, comprar productos importados de alta gama, etc. Si antes Macri bajó el poder adquisitivo de los sueldos y aumentó considerablemente la luz y el gas con la excusa de que había que pagar la fiesta K, ahora Fernández interviene fuertemente sobre el dólar con la excusa de que hay que pagar la fiesta M (una gran cuenta a pagar en moneda extranjera). Porque el populismo que promovía el consumo poniendo más dinero en el bolsillo de los humildes fue reemplazado por el populismo que mantenía un dólar libre y barato para quienes aun podían darse el lujo de ahorrar unos pesos y comprar divisas. En fin, debe ser triste darse cuenta de que uno es más pobre que lo que pensaba.
Eso sí, el ajuste macrista fue al pedo porque no sirvió para acomodar los números, sino para transferir recursos de pobres a ricos. Esperemos que este ajuste de Fernández tampoco sea una mera transferencia de ingresos, sino que sirva para reactivar el aparato productivo, para que el humilde laburante pueda volver a irse de vacaciones a la costa argentina y, por qué no, el que cuenta con un poco más de dinero pueda irse unos días a Brasil o Punta del Este (si es que no quiere cruzarse en la playa con el jardinero o comer en el mismo restaurante que el albañil).
Seguramente algunos no se resignarán a su suerte y ya estarán afinando sus cacerolas. Exigirán que vuelva aquel populismo que sí se puede ver, donde el dólar se vende libremente a pesar de ser un bien escaso y estratégico para nuestra economía, y cuyo valor oficial está íntimamente ligado al proceso inflacionario de nuestro país. Pero nadie tiene prohibido viajar afuera o darse algunos lujos, simplemente no a todos les da el cuero para hacerlo. Lamentablemente (para algunos) la gallina de los huevos de oro se murió.
A fines de 2015 y principios de 2016 se dijo que era mentira que un humilde trabajador podía irse de vacaciones, comer afuera eventualmente, comprarse un buen televisor, etc. Hoy a fines de 2019 y casi entrando en 2020 se está blanqueando que era mentira que un trabajador de clase media, con mejores ingresos que el caso anterior, podía viajar al exterior, ahorrar en dólares, comprar productos importados de alta gama, etc. Si antes Macri bajó el poder adquisitivo de los sueldos y aumentó considerablemente la luz y el gas con la excusa de que había que pagar la fiesta K, ahora Fernández interviene fuertemente sobre el dólar con la excusa de que hay que pagar la fiesta M (una gran cuenta a pagar en moneda extranjera). Porque el populismo que promovía el consumo poniendo más dinero en el bolsillo de los humildes fue reemplazado por el populismo que mantenía un dólar libre y barato para quienes aun podían darse el lujo de ahorrar unos pesos y comprar divisas. En fin, debe ser triste darse cuenta de que uno es más pobre que lo que pensaba.
Eso sí, el ajuste macrista fue al pedo porque no sirvió para acomodar los números, sino para transferir recursos de pobres a ricos. Esperemos que este ajuste de Fernández tampoco sea una mera transferencia de ingresos, sino que sirva para reactivar el aparato productivo, para que el humilde laburante pueda volver a irse de vacaciones a la costa argentina y, por qué no, el que cuenta con un poco más de dinero pueda irse unos días a Brasil o Punta del Este (si es que no quiere cruzarse en la playa con el jardinero o comer en el mismo restaurante que el albañil).
Seguramente algunos no se resignarán a su suerte y ya estarán afinando sus cacerolas. Exigirán que vuelva aquel populismo que sí se puede ver, donde el dólar se vende libremente a pesar de ser un bien escaso y estratégico para nuestra economía, y cuyo valor oficial está íntimamente ligado al proceso inflacionario de nuestro país. Pero nadie tiene prohibido viajar afuera o darse algunos lujos, simplemente no a todos les da el cuero para hacerlo. Lamentablemente (para algunos) la gallina de los huevos de oro se murió.